Adaptarse al caos de vivir en un paraíso 

Por Alba Iglesias Prieto 

Cuántas veces me han preguntado “¿Qué te parece Tumaco? ¿Te has adaptado?” desde que aterricé acá, y creo que ahora, 4 meses después, tengo algo parecido a una respuesta para estas preguntas.  

Transición climática: de España a Tumaco

 

Vengo de una ciudad pequeña del norte de España, donde las estaciones del año están muy marcadas, donde pasamos del calor de julio, al frescor otoñal de octubre y nevadas en diciembre, así que adaptarse al clima tropical de Tumaco, ha sido una ardua tarea. Vamos a finalizar noviembre, pero mi mente no se acostumbra a que siga haciendo 30 grados diarios, ni a pasar las fiestas navideñas en la playa. Así que, en cierto modo, no, no me he acostumbrado a Tumaco. A mis compañeros siempre le hago la broma, diciendo que para mi ir a Bogotá son vacaciones climáticas, donde puedo permitirme el lujo de ponerme una chaqueta y sentir que las estaciones avanzan, y mi tiempo en Colombia transcurre. 

La intensidad de Tumaco: entre el ruido, el caos y el encanto

 

Pero no solo el clima es intenso acá, la ciudad es intensidad pura, es ruido, desorden y caos. Pero yo ya me siento medio tumaqueña, y eso implica amar el caos, el ruido de los mototaxistas, el claxon de los coches, los altavoces con música todos los días a todas horas, aunque nadie este escuchando ni bailando, como si fuera una invitación a pasarla bien. Tumaco es bailar un currulao en Knalete, una asociación que busca preservar los saberes ancestrales y la cultura del pacífico. Tumaco es también pasear por la playa del Morro y enamorarse de sus atardeceres. Es comer pescado fresco todos los días, los puestos de empanadas, buñuelos y arepas en cada esquina. Pero, sobre todo, Tumaco es su gente, su resiliencia, su manera de ver la vida y disfrutar de ella. Por que eso es realmente el valor de una sociedad y de una ciudad, la gente que la habita. 

Sentimientos de pertenencia: Tumaco, un nuevo hogar

 

He vivido en el extranjero antes, a veces en sitios donde no se habla español, así que echaba de menos hablar con cualquier persona en cualquier momento y situación, en ir a esa tiendita del barrio, y charlar con la mujer que se encarga de ella, o con los taxistas, y poco a poco, ir haciendo comunidad, conocer a los vecinos y vecinas, a que se dedican, cuales son sus sueños en la vida y a quien echan de menos cuando se van a dormir.  

No se si nunca podré decir que me he acostumbrado a Tumaco, pero creo que, si puedo decir, que ya lo siento como un hogar. El Pacífico Colombiano no es un lugar que pueda dejarte indiferente. 

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