Aprendiendo sobre violencia de género en Bolivia

Por Arnau Bertran Manyé

 

Sensibilización sobre salud sexual en Bolivia

 

Empiezo mi trabajo como oficial de comunicaciones en el departamento de comunicación de Alianza por la Solidaridad ActionAid con un reto que me sacude el cuerpo: la organización nos manda hacer un tour de medios para promover y alzar la voz en el día 4 de septiembre del 2023, el día mundial de la salud sexual y el día nacional de la educación sexual integral en Bolivia.

Lanzamos dos campañas comunicacionales al mismo tiempo, nombradas “Yo Decido” y “Embarazos Seguros.” La primera busca informar y sensibilizar sobre la lucha a la prevención de la violencia sexual y los embarazos en menores de 15 años. La segunda campaña lucha contra la violencia obstétrica y la atención en la salud materna de las mujeres embarazadas. Ambas campañas, junto con nuestro tour de medios, se promulgan con nosotros mismos saliendo a la televisión, en la radio, y en medios impresos como periódicos nacionales.

Era mi primera vez en un estudio televisivo, y estaba bastante nervioso, pero junto con mi compañera Grecia de Alianza creo abarcamos toda la información de las campañas y pudimos conectar con la audiencia para sensibilizarla de una manera tranquila y honesta.

 

Son violencias en plural  

 

Me sorprendió a mí mismo no saber qué es la violencia obstétrica, pero me sorprendió aún más saber que este echo ocurre en nuestra realidad. Pienso en mi hermana que tuvo ya su primera hija hace tres años, y como en algún momento relató algún suceso que ahora mismo podría identificar como violencia obstétrica. Eran tiempos de COVID, y estábamos todos muy nerviosos, y puede que no alzáramos las voces en el hospital para recalcar que lo que le estaba sucediendo no era del todo correcto. Ahora que tengo estos conocimientos, me parece oportuno hacer un seguimiento más cercano y estar alerta a cualquier vulneración que se haga, ya que pronto volverá a dar a luz a su segundo hijo. He aprendido que nadie debe sufrir por dar a luz, que la mujer debe ser respetada, y que sólo existen sus propias condiciones y decisiones en cuanto a la experiencia que quiera tener durante el proceso del preparto, parto, y puerperio. 

Sigo aprendiendo, cada día, de temas como la violencia de género, el contexto que hay en Bolivia, la corrupción en la política, y la violencia hacia las mujeres que han tomado posiciones políticas en varios municipios del país y que algunas las han hecho renunciar por su condición de género. Llego a casa y a parte de todo lo aprendido, empiezo mis propias reflexiones, y empiezo a pensar en el por qué.

¿Por qué existe tanta violencia hacia las mujeres? ¿En qué momento los hombres se han encontrado con el poder y la autoestima para arrebatar los derechos de las mujeres? Y lo peor de todo, ¿Cómo es posible que, en nuestro siglo, un siglo avanzado científica, económica y socialmente, sigamos entrelazados con estos problemas tan arcaicos y remotos? 

El silencio de la violencia de género  

 

Debido a las largas conversaciones que tengo con mi mentora, Andrea, comunicadora en la organización, intento brindar y recopilar cuanta más información que me es posible sobre la problemática del sexismo en Bolivia, que me están ayudando a comprender y entender la situación en la que muchas mujeres se encuentran: invisibilizadas, maltratadas, y, sobre todo, discriminadas. Hay momentos en mi día que intento beber más café para poder atraer energías para seguir desmantelando el sistema patriarcal, para conceder ideas para tener más impacto en la sociedad desde un punto de vista comunicacional. Y es que en verdad eso hacemos, porque desde nuestro “boliche” como bien lo menciona Andrea, la organización ha alcanzado altos números de alcance a través de las redes sociales. Han coordinado y organizado programas radiales en zonas clave de los proyectos financiados por nuestros socios, y han producido muchísimo material comunicativo, informativo, y visual, sobre la problemática de la violencia de género en el país. 

Son estos esfuerzos, colectivos, desde una mirada feminista, y progresista, que Alianza Bolivia está surcando los mares del esfuerzo para promover la igualdad. Y por eso, puedo levantarme cada mañana y venir al trabajo con una sonrisa. Ya que, en algún lado de la ciudad, en algún rincón del clima seco y árido del Altiplano, podremos comunicar nuestra postura. Siempre desde una mirada pacífica y conmovedora, pero una mirada que destaque los hechos que están ocurriendo en el país, y simplemente recordando a las poblaciones bolivianas de que hay una mala praxis en cuanto a la sociedad machista y patriarcal. 

Acto seguido puedo salir a la calle, y encontrarme con una pareja besándose apasionadamente. Pero también puedo oír, “Ya no más, ya nos vemos otro día,” y el hombre seguir insistiendo. A veces pienso que no sólo trabajamos dentro de las cuatro paredes que nos rodean en la oficina, sino también fuera de esta. Y no puedo resistir, pero interrumpir a la pareja, y puedo ver como el hombre me mira con extraño. Ella sí me sonríe, pero contesta, “Todo bien, gracias.” Me alejo, y ahí está el impacto que puedo aportar. Un resquicio de luz en la consciencia humana, un “Perdón, señor, ¿Seguro lo estás haciendo debida y correctamente?” Sinceramente, ese día, con mi api caliente (del quechua api, “mazamorra,” o “colada,” es una bebida típica en las regiones andinas de Argentina, Bolivia y Perú, que se elabora a partir de granos de maíz morado, y también se le agrega maíz amarillo molido), me fui muy satisfecho a casa. Aunque no pude dejar de pensar en si sólo eso habría bastado o realmente hubiera tenido que insistir más. 

La responsabilidad frente a la violencia

 

Lo que sigo insistiendo, y apresurándome por aprender, es mi trabajo en la misma ONG. Enciendo la camera, enfoco, y saco mis primeras fotos para nuestras redes sociales. Hay mucho que decir, ya que todas nuestras beneficiarias tienen historias por contar. En la oficina, organizamos talleres sobre la democracia, y la participación política de las mujeres que quieran presentarse en cargos públicos. No hay foto que no valga, ya que cada una escucha a la licenciada que imparte el taller con atención, y casi todas – por no decir todas – anotan felizmente en sus cuadernos todo lo que van aprendiendo. Hago un video de una participante del taller que explica su experiencia, y entre sus palabras se puede entender la desigualdad y la discriminación que ha experimentado. Luego, la licenciada, en mi opinión, dice una de sus frases más destacables:

“La Constitución Política del Estado es un papel, es letra muerta si no la hacemos funcionar.” 

Si bien podemos decir que hay personas que no quieren hacerla funcionar, hay personas que luchan mucho para hacerla funcionar. Envío las imágenes y vídeos a nuestro equipo que trabaja en nuestras redes sociales y difundimos este mensaje. Este y mil y uno más, y es que nunca nos podremos cansar de repetir nuestros argumentos, y de tratar de convencer de que, en realidad, no sólo el estado bien puede desarrollar un papel importante, sino cada uno de nosotros también lo podemos desarrollar para crear una sociedad que conlleve la equidad y la igualdad de género de una manera normalizada y arraigada a nuestra era contemporánea. 

Sigo caminando, visitando, respirando el aire de Bolivia, aprendiendo y dejándome llevar por sus gentes. Con las orejas y los ojos bien abiertos, me preparo para seguir viviendo esta experiencia tan nueva, tan enriquecedora, y tan curiosa. Siempre, sin dejar de aprender. 

 

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *