Chez Lhajja

Lecciones de la antigua Medina de Rabat: La historia de Fátima

por Diego Domínguez y Alessandro Calabresse

La honestidad intelectual nos obliga a no decir más que la verdad. Tal tarea es difícil. Sobre todo cuando hablamos de lugares lejanos a los que miramos con ojos cegados por el turismo de masas o la moral occidental. Marruecos es, en este sentido, un ejemplo perfecto: un país musulmán lleno de prejuicios y estereotipos del exterior pero, en verdad, un país lleno de cultura y tradición. La rica historia de las civilizaciones que lo pisaron han hecho de él un país diverso y apasionante, en el que se puede ver la esperanza en los ojos de la gente y la historia en el corazón de las personas.

Aquí, como ya hemos dicho, queremos decir la verdad. Marruecos no es un lugar perfecto, especialmente para las mujeres. Aunque la igualdad de género está recogida en la Constitución de 2011, todavía podemos encontrarnos con algunos datos desalentadores y legislaciones que no han interiorizado el principio constitucional de igualdad. La realidad es, a menudo, compleja y, por eso, queremos contar una historia en la que toda esta complejidad se condensa en un experimento exitoso, que da esperanzas de un futuro mejor para las mujeres marroquíes y para todo Marruecos.

Tras el sabor del cuscús

Como en la mayoría de países mediterráneos, la cultura culinaria tiene una enorme importancia en la identidad de una nación. Y Marruecos no es una excepción. Platos como el cuscús, el tajine y la rfissa son la base de una tradición centenaria que se repite cada día en los restaurantes de todo el país. De hecho, en plena medina de la capital, Rabat, hay un pequeño restaurante llamado «Chez Lhajja» que sigue llevando adelante dicha tradición, pero con un toque de color:

«Aquí preferimos que solo trabajen mujeres en el restaurante porque los hombres de aquí no saben estar de pie», nos dice la propietaria, explicando por qué solo hay trabajadoras.

La dueña de «Chez Lhajja» se llama Fátima Sabone y sonríe a cada nuevo cliente que pone un pie en su restaurante. Nosotros no somos una excepción y nos saluda efusivamente. Habla perfectamente francés. En su Ifrane natal cursó estudios de francés, ofrecidos hace décadas por las obras religiosas del Hexágono. Esto nos ayuda mucho a crear un espacio seguro de confianza. Después de semanas de visitar su restaurante, ella se abre y nos cuenta su historia, cómo y por qué abrió este negocio. Mientras, la imagen del rey nos mira desde arriba.

«Chez Lhajja»

En 2011 decidió abrir su propio restaurante. Sonriente, reconoce que lo consiguió tras divorciarse de su marido y nos cuenta que para ella era normal abrir un negocio de este tipo ya que se trataba de poner al alcance de todos una habilidad culinaria que había adquirido a lo largo de los años. En su restaurante trabajan mujeres de todas las edades y cada día, de lunes a sábado, funcionarios, turistas y habitantes de todo Rabat se reúnen para disfrutar de uno de los pocos ambientes totalmente femeninos de la ciudad. Es un lugar tranquilo, donde la tranquilidad solo se rompe por el flujo constante de llegada de clientes. «Últimamente las cosas van mejor», nos cuenta, feliz, desde que un youtuber surcoreano promocionó su restaurante. Él, como todo el mundo, no pudo evitar alabar este pequeño negocio, que funciona como una orquesta, un auténtico placer para la vista.

Nos cuenta que fue fácil abrir el restaurante y que antes de la pandemia el negocio iba muy bien. Ahora, con la subida de los precios, todo es más difícil. No es casualidad que la señora me regañe cuando le pido un zumo de limón: «¿Sabes cuánto cuesta el kilo de limones?», me pregunta, como una profesora que pone a prueba a sus alumnos. Ante mi falta de respuesta, sonríe y me trae un zumo de zanahoria, más barato y de temporada.

 

La independencia económica como pilar

Entornos femeninos como este, todavía poco frecuentes en la vida cotidiana marroquí, se convierten en centros de desarrollo comunitario. En «Chez Lhajja» las mujeres se ayudan mutuamente y se empoderan para ser más independientes. Como ejemplo, la historia de la más joven del restaurante, Ihsane. Debido a problemas familiares, se vio obligada a abandonar sus estudios y trasladarse a la capital en busca de trabajo. Afortunadamente, encontró un entorno «seguro». Fátima nos cuenta que quiere ayudarla a retomar sus estudios porque «no puede hacer esto toda su vida». Personas como ella son algunas de las que Alianza por la Solidaridad-ActionAid apoya a través de los programas de empoderamiento de la mujer. Programas que imparten formación para que muchas Ihsane puedan tener otra oportunidad de perseguir sus sueños, a pesar de la adversidad.

Marruecos es un caso verdaderamente único. Un país de contradicciones, pero donde el cambio es visible. El país avanza a pasos agigantados: a pesar de que los sectores menos favorecidos de la población siguen sufriendo discriminación de género, hay motivos para la esperanza. Actualmente, Marruecos es uno de los países con mayor tasa de mujeres licenciadas en ingeniería del mundo. Además, tanto el gobierno como la monarquía han mostrado su voluntad de impulsar esta cuestión. El tiempo lo dirá, pero Marruecos está en la senda del progreso e historias inspiradoras como la de Fátima no hacen sino demostrarlo.

 

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *