COLOMBIA Y LA MÚSICA | Eu Aid Volunteers

5 de junio de 2021
Paula Checchia Adell


Que la música es una de las principales herramientas que las personas tenemos para expresarnos, no es algo nuevo. Nos acompaña muchas veces en nuestros momentos más y menos felices; es la banda sonora que sigue a muchas etapas importantes de nuestras vidas, esas canciones que suenan una y otra vez porque no encontramos una forma mejor de describir cómo nos sentimos que a través de ellas.
Yo he nacido con la música, la que salía de la radio o del tocadiscos de casa todas las mañanas, la del piano de mi madre y la guitarra de mi padre, incluso la que he llegado a tocar yo misma durante algunos años. Siempre ha sido una parte importante de mi día a día y, aun así, me ha sorprendido mucho la relación tan especial que las colombianas y los colombianos tienen con ella. Me hizo falta muy poco, creo que ni un día, para darme cuenta de que aquí la música no es solo la banda sonora de las personas, sino que lo es de la ciudad. Se escucha por todas partes, en cada calle, mercado, rincón, puesto de oficina… Me atrevería a decir que Cali, “la capital mundial de la salsa”, es el claro ejemplo de esto: altavoces que suenan y lo envuelven todo y, en torno a ellos, gente de todas las edades moviéndose al ritmo del Pacífico, es lo que te encuentras al poner un pie sobre la ciudad. La música, más que un placer individual (que también), parece un placer colectivo, el juntarse y compartir a través de ella y del baile.

Es, en primer lugar, algo cultural; casi todas las personas que he conocido saben y les gusta bailar (y eso no es algo tan común, por los menos en mi entorno en España). Desde bien chiquitos aprenden de sus familias los pasos básicos de la salsa, la cumbia, el merengue, la bachata, el ballenato… y así festejan y se relacionan. Como me dijo un día un chico de aquí, “no hay escapatoria, puedes intentar no bailar, pero ya se encargará tu tía de que aprendas”. Luego esto lo extrapolan fuera de casa; l@s amig@s se juntan para salir y acaban bailando, no solo entre ellos, sino también con cualquier persona desconocida del local (de hecho, lo que para nosotros es “salir de fiesta”, aquí se dice directamente “salir a bailar”). El objetivo es disfrutar y hacer disfrutar al resto de la música, así que, si no sabes, no te preocupes, l@s colombian@s te enseñan cómo seguir el ritmo y dejarte llevar por ella.

En segundo lugar, el conflicto armado y la situación social y económica en la que se encuentra desde hace mucho el país ha influenciado también en cómo se vive. Es impactante escuchar que mucha gente solo ha conocido una Colombia en guerra y que la música es su forma, no tanto de evadirse, sino de vivir esta difícil situación a través del arte. Las colombianas y los colombianos se juntan los viernes, después de una dura semana para no pensar en nada más que en divertirse durante un rato; sentir la música es algo que siempre va a estar ahí para reconfortarles. Es precisamente por eso que creo que el ocio de la ciudad está basado en ella: innumerables locales con solistas y grupos en directo, concursos de baile por la calle, festivales y Casas Culturales son solo algunos ejemplos (pero de esto se podría hacer otro artículo).
Obviamente, todo esto es mi percepción, como yo lo he vivido y lo que he tenido la oportunidad de escuchar de primera mano de personas de aquí (conocidas y no conocidas). En este artículo no puedo recoger ni una pequeñísima parte de todo lo que abarca este tema, pero no encuentro mejor forma de resumirlo que parafraseando a un buen amigo bogotano (o rolo, como se dice aquí):

“La música para nosotros es la misma vida. Siempre está presente, en todos los momentos, ayuda a sobrellevar penas y es con lo que celebramos. La llevamos en la sangre, la sentimos y la sufrimos”.

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