De Bogotá al Cauca – Eu Aid Volunteers

Por Andrea Torrens Flores

La transición de Bogotá al Cauca es un salto gigante. En algunos aspectos, es un cambio tan grande como mudarte de Europa a Colombia. Esto dice mucho del país, que cuenta con una gran diversidad: de climas, de paisajes, de gentes, de culturas. Pero también habla de la gran desigualdad y de cómo de diferente puede llegar a ser la vida de dos ciudadanas colombianas en puntos opuestos del país. De ahí que el Cauca decidió contundentemente en las urnas que quería un gobierno progresista. De ahí que en 2016, en las zonas en que, como el Cauca, el conflicto era una noticia diaria e inevitable, se votó a favor de los acuerdos de paz. El Cauca quiere paz porque le ha tocado una parte demasiado grande de violencia, desproporcionada.

Santander de Quilichao es una ciudad “bien pesada” o así la describen los colombianos de fuera, los privilegiados por vivir en una parte de Colombia menos violenta. Es la segunda ciudad más grande del Cauca después de su capital, Popayán, y un enclave estratégico para el narcotráfico. Gran parte de su población es de origen afrodescendiente e indígena y a pesar de su alrededor de cien mil habitantes, se siente como un pueblo: los vecinos te saludan “buenos días, veci”, en el supermercado te reconocen y en la pizzería siempre te encuentras casualmente con amigas y
conocidos, sin haber quedado antes. El principal medio de transporte son las motos, las cuales inundan las calles zumbando como moscardones y por dos mil pesos te llevan a cualquier parte de Santander.

En Santander no pasas desapercibida como gringa. Los rolos (bogotanos) están acostumbrados a ver extranjeros diariamente: turistas pasean por la Candelaria, gringos viven en lujosos edificios en Chapinero y trabajan para grandes corporaciones u organismos internacionales. En cambio, en el Cauca te puedes llegar a encontrar en un bucle de conversaciones que se repiten, una detrás de otra, con el señor del autobús, la dependienta de la tienda de zapatillas, el que vende pan de bonos: “ah usted no es de acá”, “españoleta!” “ostia, tío, joder” “y está amañada acá?” “¿le gusta Colombia?” “¿pero cómo, usted vive acá?”.

Una de las cosas que más me sorprendió al llegar aquí es que a las 6 de la tarde, en cuanto anochece, Santander se convierte en una ciudad fantasma. La gente se guarda en sus casas y sale poco, sobre todo entre semana. Se comenta que en los últimos meses han habido muchos atracos, algunos violentos y la gente se quiere curar en salud, no vayan a dar papaya. Dar papaya es el “la violaron porque iba así vestida” del robo, es provocar a los ladrones a que te roben,
convertirte en un objetivo. Pero también es una filosofía del autocuidado, del aprender a protegerse desde siempre porque tu entorno es hostil y un poco de cuidar del otro y advertirle de que está en peligro. A los gringos, occidentales, extranjeros nos gustan cosas que intrínsecamente dan papaya: queremos ir andando de un lugar a otro, estamos acostumbrados a pasear. Y esto es una de las primeras cosas que aprendes al llegar, pasear es un lujo, ir sola por la calle más allá de las 6-7 de la tarde, aún más.

A pesar de la inseguridad y la violencia, el Cauca se siente cercano, familiar. La gente es muy creyente a la vez que luchadora porque igual que hay mucho por lo que luchar, la pérdida es una parte muy importante de la vida del caucano y la caucana y es por eso que les toca creer, tener fe. La gente del Cauca se une en la fe y en la lucha; en Dios y la brujería, pero también en las marchas, el paro nacional, el defender su territorio y el salir a votar por el cambio. La fe y la lucha van unidas de la mano. Y también la familia, porque aquí se tienen varios hijos e hijas y se empieza muy joven. Algunas mujeres de la organización donde trabajo, ASOM (Asociación de mujeres afrodescendientes del norte del Cauca), compartían el otro día en un taller que los únicos lugares de sus veredas donde se sienten seguras son: su casa, la iglesia y la oficina de ASOM. Donde viven, donde rezan y donde luchan. La familia, la fe y la lucha son ejes de la vida de la mujer caucana.

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *