El portón de la frontera – Eu Aid Volunteers

Por Cristina Fernandez del Valle

Cúcuta es un municipio colombiano, capital del Norte de Santander, en el que residen aproximadamente 1.000.000 de personas en el área metropolitana. Debido a su localización geográfica, Cúcuta se erige como el principal paso fronterizo entre Colombia y Venezuela. Conscientes de su establecimiento como el principal punto de salida para población venezolana, los cucuteños y cucuteñas llaman a este municipio el Portón de la Frontera. En el actual contexto de incremento de flujo de personas procedentes de Venezuela huyendo de la crisis económica, política y social que asola al país, Cúcuta se ha convertido en el epicentro de la crisis migratoria venezolana. El papel geopolítico y fronterizo de Cúcuta toma todavía mayor relevancia en este contexto de migración internacional ya que, por razones de seguridad y obstáculos naturales en otros pasos fronterizos, el resto de las fronteras venezolanas no son viables para la salida de personas.

Desde 2015, el paso fronterizo oficial entre Colombia y Venezuela se encuentra cerrado, y como consecuencia, la actividad comercial y el paso de personas se realiza por las trochas, pasos informales de cruce de frontera entre ambos países. En Cúcuta existen varias trochas, y cada una está controlada por diferentes actores armados. Las personas encargadas del paso de mercancías por las trochas son llamadas trocheros y trocheras. Transportan por viaje mercancías entre los 70-90 kg cargadas a sus espaldas bajo el tórrido sol y por viaje reciben entre 5.000 COP
y 10.000 COP, cantidades equivalentes a 1,10€ y 2,30€ aproximadamente. En estos trayectos de actividad informal de comercio, el dueño de la mercancía debe pagar una cuantía también a la persona que controla la trocha para que les permitan el paso.

Es así como miles de venezolanos y venezolanas se han convertidos en trocheros y trocheras para poder subsistir junto a sus familias en el lado fronterizo de Colombia. Suelen asentarse en La Parada, un barrio de asentamientos que se ubica junto a las trochas. En colaboración con el proyecto Frontera, el cual es liderado por compañeras de Adoratrices en Cúcuta, acudí junto a otras compañeras de Adoratrices Bogotá a un centro de escucha situado en La Parada. En este centro conocimos a algunas chicas que están siendo explotadas sexualmente en esta zona. La mayoría eran chicas muy jóvenes de nacionalidad venezolana con hijos a su cargo. Acuden a estos centros para capacitarse sobre temáticas relacionadas con la trata de personas con fines de explotación sexual, contarnos sus historias y necesidades en un espacio de acogimiento y confidencialidad. El objetivo de este primer encuentro era un acercamiento a las mujeres por parte del equipo, informarles sobre los proyectos disponibles y que puedan pedir ayuda si se encuentran en peligro. Desde este proyecto Frontera del que dispone Adoratrices en Cúcuta, se
han realizado varios rescates in situ de mujeres y sus hijos/as, y se les ha enviado a centros de acogida para su atención y recuperación.

En este centro de escucha, conocimos también a una lideresa comunitaria venezolana encargada de realizar los acercamientos a las mujeres en La Parada. Esta lideresa nos relató que cuando las mujeres cruzan la frontera por primera vez, tienen que realizar un pago al vigilante que se encuentre en ese momento custodiando el paso fronterizo. Los pagos suelen ser entregándoles dinero, cortándose su cabellera como medio de pago u obligándolas a tener sexo con él vigilante que se encuentre en ese momento en la zona.

Cuando estas mujeres se encuentran en el lado colombiano y se convierten en trocheras para obtener algún tipo de ingreso, son presionadas y coaccionadas, por familiares o personas que frecuentan las trochas, para ser explotadas sexualmente. El proceso suele comenzar identificando a las mujeres cuyo nivel de vulnerabilidad y/o desesperación es más alto para, a continuación, hacerles propuestas “de dinero fácil” a través de falsas promesas. Hay algunas que
acceden después de varias presiones y, a las que no acceden de primeras, se las empieza a impedir el paso por la trocha, evitando así que puedan trabajar en los pasos informales y se vean obligadas a que las prostituyan. En muchas ocasiones, estas mujeres que están siendo explotadas sexualmente se encuentran amenazadas y al ser migrantes venezolanas en suelo colombiano no tienen acceso a las instituciones pertinentes para denunciar esta situación o pedir ayuda.

Lamentablemente, las instituciones que operan en la zona no siempre están capacitados para identificar víctimas de trata con fines de explotación sexual o carecen de rutas de atención apropiadas. Asimismo, debido a la dificultad del contexto, los equipos psicosociales no suelen acceder a las zonas de alto impacto. Por ello, a menudo recae en las lideresas comunitarias y profesionales comprometidas de entidades como Adoratrices la responsabilidad de adentrarse en las zonas de alto impacto para realizar los rescates de las chicas que son identificadas como
víctimas de explotación sexual.

La encomiable labor de las lideresas no solo genera impacto a la hora de rescatar a víctimas de explotación sexual, también inspira a otras mujeres a seguir sus pasos. Es así como la mujer que conocimos en el centro de escucha se convirtió en lideresa comunitaria en La Parada. Todo comenzó cuando captaron a su hija menor de 14 años y la trasladaron a Bogotá para explotarla sexualmente. Ella nos relató que llamó a muchas puertas para contar lo que había sucedido y pedir auxilio, pero narra que no obtuvo la respuesta deseada. Encontró entonces la ayuda que
necesitaba en una Trabajadora Social del equipo de Adoratrices Bogotá, quien fue la encargada de realizar el rescate y devolverla a Cúcuta con su familia. Desde entonces, asentada en La Parada junto con su familia, esta lideresa colabora con la misión de las Adoratrices para ayudar a otras mujeres a salir del sistema prostitucional y frenar la captación de niñas vulnerables que viven en ese entorno.

En el contexto actual de la reciente llegada a la presidencia de Colombia de Gustavo Petro, ha significado el restablecimiento de las relaciones institucionales entre Colombia y Venezuela y con ello la reapertura del paso fronterizo entre ambos países. Pese a que este nuevo marco de cooperación internacional puede tener importantes consecuencias positivas en la recuperación de la actividad comercial, puede, asimismo, aparejar algunas consecuencias negativas en lo relativo a la situación de La Parada y de las personas trocheras, cuya fuente exclusiva de ingresos deriva del paso fronterizos de mercancía por canales informales. A dos días de la posesión de Petro como presidente, ya se escucha entre las mujeres venezolanas trocheras hablar sobre la reducción de encargos en la trocha y, por ende, de sus ingresos. Algunas incluso han comenzado a plantearse ingresar o volver a establecimientos donde las prostituyen para poder mantener a sus familias.

Es en este contexto de crisis migratoria e incertidumbre política, necesario que las organizaciones e instituciones prioricen su atención y recursos en mujeres y niñas migrantes, con el fin de que no sean reclutadas por tratantes.

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