La presión de las “femmes modeles”: ¿dónde acaban las responsabilidades? – Eu Aid Volunteers

Por Marta Escudero Aracil

Reflexión a raíz de conversaciones con mujeres agricultoras en Kaédi, Mauritania

Hace un par de semanas el equipo de Alianza por la Solidaridad en Nouakchott viajó hacia Kaédi para realizar, junto a los/as compañeros/as en terreno, un “need assessment” para una nueva convocatoria de propuestas de proyecto. Con este objetivo, realizamos entrevistas en Kaédi y en algunas localidades del Gorgol en las que trabajamos a agricultores/as, estudiantes de instituto y estudiantes de formación profesional, figuras institucionales y emprendedores/as locales.

El hecho de adoptar una perspectiva de género interseccional en nuestros proyectos nos permitió acercarnos a problemáticas que afectan concretamente a las mujeres. Tras realizar durante varios días grupos de discusión junto a agricultoras de Walo Nére y Djewol, así como a chicas jóvenes estudiantes de un instituto de formación profesional,
pude reflexionar respecto a las consecuencias de la reciente introducción de las mujeres
mauritanas en el mercado laboral.

Durante estos días tuve la suerte de charlar con las entrevistadas de los cambios que se han ido produciendo para las mujeres de sus comunidades tanto en el ámbito privado como en el público. Contaban que, gracias al trabajo de ONGs como Alianza, las mujeres ahora pueden reunirse y tomar la palabra respecto a las actividades generadoras de
ingresos, como la agricultura: “Nuestras madres y abuelas ni si quiera eran invitadas a las reuniones. Tampoco tenían la oportunidad de hacer formaciones para seguir aprendiendo como nosotras”. Así, vemos como la adquisición de derechos económicos está empezando a jugar un rol bastante importante en el camino a la independencia y en la participación en la gobernanza comunitaria.

Sin embargo, cuando hablamos del ámbito privado (la figura de los hombres y mujeres en el hogar) ésta sigue siendo la misma que hace años. Por un lado, ahora son más las mujeres que los hombres las que trabajan en el campo, pero, por otro lado, también son ellas las que siguen encargándose de las tareas del hogar y del cuidado de
los niños/as y personas dependientes.

Existe cierta apariencia de autonomía, pero simplemente por el hecho de que son las mujeres las que cargan con todas las responsabilidades, tanto en casa como afuera de ella. De hecho, en muchos sectores como la elección de las comidas o la educación de los/as niños/as, aunque sea la mujer la que se encarga de todo, es el hombre el que tiene la última palabra. “En la actualidad los hombres han renunciado, las mujeres hacen todo ahora”, “los hombres no quieren trabajar, ponen excusas para no trabajar, para no hacer nada… solo comen y toman el té”, decían algunas.

En los últimos años hemos podido ver como en los feminismos de todo el mundo ha sido de gran relevancia la cuestión de los cuidados y la conciliación familiar. Como anteriormente había ocurrido en contextos europeos, la introducción de la mujer a la vida pública ha causado el aumento de la sobrecarga del trabajo hacia la misma. En el discurso de estas mujeres vemos la presión a la que están sometidas para poder conciliar ambos ámbitos, así como el cansancio que sufren a consecuencia de ello: “la mujer modelo debe ser paciente. Acepta por el grupo y está abierta a otras opiniones. Tiene que ser la líder.También es un ama de casa que cuida de su familia, pero también de su comunidad. Si es convocada a una reunión, debe ir y dejar a su familia y a su marido. La mujer modelo debe ser una persona justa y correcta”.

En esta situación hay que tener en cuenta también el papel de la migración de los hombres por trabajo y sus consecuencias en el hogar. La activista Daniela Ortiz reflexionaba sobre el tema respecto a la monomarentalidad como modelo extendido de crianza entre las familias de migrantes en Europa. Las difíciles situaciones económicas
llevan normalmente a los hombres a continuar migrando según las oportunidades laborales. La activista señala que no se debe a la “naturaleza” de los hombres procedentes de países africanos o de otros sures, sino que los blancos españoles de clase media-alta pueden relegar sus responsabilidades relativas a los cuidados gracias a sus recursos
económicos. Esta perspectiva nos permite ser sensibles a la influencia de la clase social en estos procesos, a parte de las particularidades culturales. También a los desequilibrios demográficos que pueden causar las migraciones.

Tras este intercambio con las agricultoras en Walo Nére y Djewol, considero clave replantearnos hacia donde queremos ir y de qué forma podemos mitigar estas consecuencias negativas que han surgido de los mismos avances en la independencia de la mujer. Es esencial no quedarnos en la superficie de las cosas y tener una perspectiva
global de estas problemáticas. Si realmente buscamos una mejora de la calidad de vida de las mujeres debemos poner el foco también en la sensibilización de los hombres para que se responsabilicen de la misma forma que dejan a las mujeres el espacio correspondiente a la hora de participar en la toma de decisiones. También es importante tener en cuenta los nuevos modelos de unidad familiar con las crecientes migraciones de los hombres
mauritanos y adaptarse a estas necesidades.

En definitiva, uno de nuestros retos debe ser paliar esta sobrecarga de trabajo que sufren las mujeres, común estén o no estén los hombres presentes y que tanto puede impactar en su salud mental y física, al mismo tiempo que seguimos avanzando con los logros que se vienen dando en los últimos años respecto a los derechos de las mujeres en la vida más pública.

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