Larga vida, Palestina

Por Cristina Castro 

Han pasado ya dos meses desde la llegada a Palestina. Lo que iba a ser una estancia de 10 meses se quedó en 10 días… pero qué 10 días tan cargados de aprendizaje. Tras el estallido de la agresión contra Gaza, nos vimos forzados a desplazarnos a Jordania y continuar desde aquí con el proyecto, sin embargo, nunca me hubiese imaginado que un periodo tan breve en un lugar pudiera generarme tanto impacto, tanto cambio. Es por ello que este primer resumen va destinado exclusivamente a ella, a Palestina, como tierra, como nación, y como ejemplo inigualable de paz, resiliencia y vida. 

Coincidiendo con la visita de otros integrantes de la Federación de ActionAid a Cisjordania, tuvimos la oportunidad de asistir desde el primer día a diferentes reuniones de coordinación y visitas guiadas para la comprensión del contexto de ocupación por las ciudades de Hebrón y Jerusalén. Si bien mi interés por el contexto Palestino se remonta años atrás, nada de lo que pude haber leído en libros fue tan impactante como poder experimentar en primera persona las implicaciones diarias de vivir bajo el yugo de un Estado colonial de ocupación.

Control y represión  

Israel distribuye a lo largo y ancho del territorio, tanto en las zonas que están bajo su completo dominio como en las áreas colindantes a las que debería de guardar respeto y legitimidad de gobierno a la Autoridad Palestina, un complejo aparato de represión psicológica y militar. La ciudadanía palestina ha de convivir, primeramente, con una presencia militar fuertemente armada que sabe no vela por sus intereses, derechos o bienestar, sino que contrariamente está encargada y autorizada a realizar cualquier tipo de hostigamiento que consideren necesario para implementar una política de apartheid bajo un discurso de propagandístico de orden y convivencia. Esto se traduce en medidas (como una de las primeras que pudimos experimentar a la llegada a nuestro nuevo barrio) de cierre de comercios en la zona palestina, colindante a la ciudad vieja de Jerusalén, en torno a las seis de la tarde ya que a partir de esa hora el impuesto municipal por apertura es desmesurado y las personas comerciantes no pueden afrontarlo; de esta manera los beneficios y la vida social que puede brindar el turismo se trasladan a la zona judía, además del perjuicio para las propias residentes de la zona en el acceso a servicios. 

Los controles de acceso y circulación presentan su máximo exponente en los famosos checkpoints, retenes fuertemente militarizados. En nuestra visita a Hebrón y su antiguo mercado, actualmente casi sin vida tras haber sido desmantelado  por el ejército de ocupación, tuvimos que cruzar uno de los más famosos checkpoints de los territorios ocupados, ya que cuenta un arma automática en lo alto de la entrada apuntando directamente hacia las personas que esperan a cruzar. Este tipo de vallas y pórticos de aherrojamiento han de ser transitados a diario por la población, incluidos menores en su camino al colegio, donde en algunos puntos han de atravesar hasta dos controles diferentes, dos veces al día, rodeados de personal armado con comportamientos intimidatorios y deshumanizantes. Pese a que conocía de su existencia antes de mi visita, y de que iba mentalizada, es difícilmente descriptible el impacto que causa su presencia.

 

La ocupación de los colonos  

Para que el nivel de persecución, desplazamiento y expulsión se vea también materializado desde su brazo civil, entran en juego los asentamientos de colonos como herramienta interna. Así, mediante la apropiación espontánea de viviendas y/o zonas residenciales, sionistas (en su mayoría personas judías nacidas en terceros países) se adueñan de tierras y propiedades palestinas construyendo altas alambradas alrededor de la zona de apropiación,  hostigando además a las familias colindantes, y que como pudimos observar en el caso del asentamiento frente al antiguo mercado de Hebrón, llega a forzar a la población residente a cercar los alrededores de sus hogares para evitar el impacto de objetos y basura arrojados desde los citados enclaves. 

A falta de mencionar las interminables acciones que conforman toda la maquinaria represiva y de expropiación que asola y subyuga al pueblo palestino, es preferible destacar lo que les hace únicos como pueblo, y que ha despertado en mí una enorme admiración. Ya recitaba Darwish, 

“Amamos la vida si encontramos una manera de hacerlo”

ونحن نحب الحياة إذا ما استطعنا إليها سبيلا

Y es que si algo simboliza a la nación palestina es su armonía con la vida, su amor y cuidado de la tierra, su generosidad, y su espíritu resiliente e insubordinado. Palestina es a su vez un sinónimo de paz, porque pese al sufrimiento y la injusticia de llevar 75 años siendo perseguidos, y estando abandonados por el resto de países, sólo miran al futuro con esperanza y entereza, sin desquite, apenas queriendo disfrutar de la vida, de la tierra, de su tierra, y su comunidad. Siempre tienen una buena palabra para responder, siempre tienen el tiempo que necesites para detenerse a indicarte una calle, siempre hay una puerta abierta en una casa y un sitio más en la mesa.  

Considero que es una enorme privilegio el poder tener la oportunidad de trabajar con el equipo de compañeras basadas en el país, y contribuir a los proyectos que aquí se implementan, ya que todo ello me causa una gran admiración y el mayor de los respetos. 

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