Mujeres en primera línea: la contribución vital de los liderazgos comunitarios en la construcción de la paz
Por Silvena Pashova
La representación femenina en los espacios de negociación y toma de decisiones en materia de construcción de paz ha sido históricamente marginal. En sociedades afectadas por el conflicto armado, como es el caso de Colombia, la voz de las mujeres ha sido silenciada y sus necesidades obviadas debido al predominio del paradigma de masculinidad militarizada en las instituciones y mecanismos de poder.
Por contra, la evidencia científica demuestra que las experiencias de las mujeres influyen no solo en el tipo de paz que se logra sino la durabilidad de la misma. De hecho, según datos de ONU Mujeres, la presencia de mujeres en las negociaciones aumenta un 20% la probabilidad de que un acuerdo de paz dure como mínimo dos años; y un 35% de que alcance los 15 años. Por consiguiente, la perspectiva de género es piedra angular para lograr una paz y desarrollo más sólidos y sostenibles en el tiempo.
Aterrizando todo esto al contexto de Buenaventura, siendo esta ciudad portuaria del Pacífico colombiano mi hogar desde mi despliegue humanitario con la ONG Alianza por la Solidaridad-Action Aid en Colombia, considero importante entender cómo las mujeres desde lo comunitario pueden contribuir a la construcción y consolidación de la paz en sus territorios.
De la Violencia a la Acción: mujeres de Buenaventura que rompen con los ciclos de desigualdad
Por su posición estratégica como principal puerto del país, Buenaventura presenta una serie de conflictividades que han exacerbado las altas tasas de desempleo y la pobreza multidimensional que afecta a su población. Entre ellas, las economías ilícitas, como el microtráfico y la minería ilegal, y la presencia de grupos armados fuera de la ley han desestabilizado la región contribuyendo a incrementar la violencia. En este contexto, las mujeres bonaverenses han estado sometidas históricamente a dinámicas de discriminación racial, clasismo y sexismo por ser mujeres, negras y empobrecidas.
Asimismo, este contexto social de violencia y control del territorio por parte de grupos armados ilegales ha sido especialmente severo con este colectivo, ejerciendo poder mediante el sometimiento y la posesión. Todo esto convierte a las mujeres en víctimas de múltiples violencias: física, psicológica, económica, patrimonial, simbólica y estructural.
Pese a este contexto desalentador, lejos de doblegarse, las mujeres de Buenaventura han logrado, mediante la organización, romper con lo preestablecido y revertir estas dinámicas discriminatorias inspirando por ser ejemplo de lucha, superación y esperanza. Esta es la primera reflexión que, a partir de mi experiencia de voluntariado en Alianza, quiero poner sobre la mesa: en Buenaventura, hay un sólido y potente tejido asociativo de mujeres empoderadas que gracias a su resiliencia han logrado salir adelante.
Generalmente, estas mujeres son mujeres cabeza de hogar, muchas veces víctimas de la violencia -o supervivientes, como nosotras preferimos llamarlas-, que mediante la agrupación vecinal con otras mujeres han decidido crear un emprendimiento local, que sea una fuente digna de ingresos para alimentar a sus hijos/as y su familia. A modo de ejemplo, asociaciones como la Corporación de Mujeres Unidas Generadoras de Paz (REDMUPAZ) o la Asociación de Mujeres Confeccionistas de Buenaventura (ASOMUB) representan liderazgos sociales encarnados en mujeres que han sido afectadas por el conflicto armado y la violencia. Cabe decir que, desde Alianza, y gracias al proyecto de la Unión Europea Pa’Lante Pazcífico, contribuimos a fortalecer y expandir estas organizaciones comunitarias.
Mujeres y paz: redefiniendo el concepto de paz desde las comunidades locales en Colombia
Dicho esto, este escrito sostiene que las mujeres desde sus liderazgos comunitarios en sus barrios, aldeas y pueblos tienen mucho que decir y aportar a la construcción de una paz más justa, igualitaria y sostenible en Colombia, y en el mundo entero.
Las mujeres aportan una visión mucho más amplia del concepto de paz, trascendiendo aquella que entiende la paz únicamente como la ausencia de conflicto o guerra. Por ende, alcanzar la paz no solo significa acabar con la violencia física o psicológica, sino desmantelar el sistema de poder patriarcal para acabar con la violencia estructural y simbólica que domina y oprime a las mujeres.
Por tanto, incluir las experiencias y vivencias de las mujeres en el debate en torno a la construcción de la paz no solo supone dar espacio a un colectivo que ha sido históricamente ausente, sino que, además, las evidencias científicas atestiguan que las mujeres brindan una visión más humana y cercana a los impactos que la violencia tiene en las personas y en sus vidas. Sin duda, esto implicaría una aproximación diferente del conflicto y la violencia y, por ende, un cambio en las prioridades y la asignación de recursos para la paz.
Por otra parte, hacerlo en clave territorial, es decir, incluyendo las perspectivas de mujeres de diferentes regiones de la geografía colombiana, garantiza que esta paz sea más étnica, cultural y territorial, respetando la autonomía, usos, saberes y costumbres de los pueblos y comunidades, especialmente aquellas que han sido históricamente marginadas.
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