Patito feo, patito bonito. La reconciliación del hombre y la naturaleza – Eu Aid Volunteers
Por Carmen Carnero
En el suroeste de Bogotá, a lo largo de la localidad de Kennedy, se encuentra el barrio de Patio Bonito, que
concentra una de las mayores cantidades de categorización de basura de la ciudad. Recicladores y clasificadores de los distritos aledaños vienen hasta aquí para vender lo que han recogido durante la jornada. En este lugar se encuentra ubicado Corabastos, una plaza de mercado que se extiende 4.200 metros cuadrados y se trata de una central que abastece a más del 20% del país y prácticamente a toda la capital colombiana.
Hoy, la plaza de mercado más grande del país y segunda más grande de Latinoamérica no cesa en su ajetreo. Miles de personas, fuera de las fronteras que marcan sus altos muros y sus puertas vigiladas, se alimentan de forma indirecta de lo que desprende este gran fortín alimentario.
Lo primero que llama la atención del Patio Bonito, es la acumulación de basuras en los espacios públicos, y en torno
ella, la presencia de estos Agentes Ecológicos denominados “recicladores”. Hombres y mujeres que, a lo largo de jornadas eternas, recogen y clasifican la basura de las calles.
Entendemos por reciclaje la recuperación o aprovechamiento al que se someten materiales usados o desechos para que puedan ser utilizados nuevamente en su uso original u en otro. Aunque existen sectores similares por toda la ciudad, Patio Bonito colinda con un sector declarado como Zona de Reciclaje, Maria Paz, en la localidad de Kennedy.
Muchos de ellos trabajarán en las inmediaciones del mercado, y no cobrarán más de 8.000 pesos, unos 2 € al día. No es de extrañar, pues este es un trabajo informal y muy poco dignificado, que en general va enlazado a prejuicios y
estereotipos, y está delegado a los estratos más pobres en Colombia. Acercarse a esta realidad en la que se encuentra inmersa el barrio no es fácil, en el mundo del reciclaje también coexisten los negocios del narcotráfico y la explotación sexual. La mutilación que significa la pobreza. La separación que se compromete a modo de estratos, cuyas murallas simbólicas convierten el concepto de inclusión en un gran desafío en esta ciudad. El mercado de Abastos contribuye a esta situación, pues es allí, cuando este cierra sus puertas al público general, donde se abastece a la capital del resto de negocios ilícitos. Se dice que es una de las ollas de la ciudad, como se conoce popularmente a los expendios de drogas, y hay indicios de que allí opera una red de trata de personas y explotación sexual infantil. Se trata de uno de los puntos de mercado criminal más grande de la ciudad.
En este contexto, esta es la historia de una fundación, de un almacén de reciclaje, y de dos personas en concreto, Gloria Vergara y Jorge Antonio Vergara, dos hermanos que intentan reescribir la historia del barrio y de sus habitantes en situación de vulnerabilidad. Cuando nos reunimos con ellos, nos dan la mano, y aunque limpias, se puede intuir debajo de las uñas que llevan toda la mañana trabajando, como muchos de sus vecinos, en el duro
negocio del reciclaje.
A Gloria la definen como una hormiguita trabajadora. Es la fundadora y representante legal de la fundación Naciendo de Nuevo, y hace años que trabaja en pos de la prevención en su entorno. De formación teóloga, también es recicladora, y la historia de la fundación, es la suya personal. El hermano de Gloria, Jorge, permaneció 26 años en las calles, era jíbaro, es decir, expendedor de sustancias a pequeña escala, y también consumidor. El anhelo de Gloria
siempre fue ayudar a su hermano a salir de esa situación. De hecho, lo consiguió, incluso tuvo que esconderse de la red criminal que operaba en la zona de la que fue rescatado. Ella ha aprendido mucho de Jorge, asegura, fue quien le
acompañó en el proceso de rehabilitación, que describe como profundamente duro, visiblemente emocionada.
“A veces lo encontraba durmiendo en el suelo, al lado de la cama que le había preparado, porque era a lo que estaba acostumbrado después de tantos años”
Ha aprendido a comprender mejor, en su propia piel, que es la forma en la que atraviesa un hermano, la realidad de muchos. Hoy día se siente muy orgullosa, se denota en su forma de hablar de él, aunque detrás haya tanto esfuerzo y sufrimiento. Conversan sobre situaciones muy difíciles, sobre la forma de criar a los hijos en el barrio, en contextos de drogadicción y explotación sexual, pero al mismo tiempo hablan desde el amor y la atención en los cuidados. “Naturalizar la desigualdad es algo que deberíamos evitar” dicen. Juntos trabajan para mantener viva Naciendo de Nuevo, que permite que niños, jóvenes y mujeres en riesgo de exclusión social encuentren alternativas con más oportunidades a pesar de la desigualdad.
Cuando entramos en el edificio donde se encuentra la organización, nos sorprende cómo luce, un pequeño oasis en
medio del paisaje de basuras que sostiene al barrio. Hay dos niñas en la puerta esperando para entrar, y cuando les abren, suben corriendo a la primera planta, donde hay unos diez niños más, tendrán entre seis y ocho años, y
asisten a un taller de tarde. Aquí practican música, pintura, teatro, y refuerzo escolar. También hay una gran librería
hecha con materiales reciclados.
Prevención como arma de cambio, dicen, para este programa llamado Encontrando mis partituras. Los niños y niñas
también disponen de acompañamiento psicosocial, donde trabajan sobre todo la parte de gestión de las emociones y los valores humanos, nos explica la profesora voluntaria. La segunda planta es la de las mujeres. La luz del atardecer entra dulce por la ventana mientras observamos la escena. Decenas de mesas de trabajo llenas de mujeres jóvenes riendo y compartiendo mientras aprenden un oficio. Se trata, sobre todo, de mujeres en situación de explotación sexual, madres cabeza de familia, mujeres migrantes o desplazadas internas por conflicto armado. En la última planta, están las Tejedoras de sueños, y cosiendo a máquina, dan nombre a este otro programa que desarrolla la entidad. Su objetivo es empoderar a mujeres y hombres, generando independencia económica mediante talleres de capacitación, y ofreciendo apoyo en la parte organizacional y legal de las unidades productivas que puedan emprender, otorgando conocimientos sobre sus derechos y responsabilidades.
Pero puede que el proyecto que más llame la atención en este lugar sea el de Mundo ecológico. Lo que se busca mediante su implementación no es cosa menor; cambiar el paradigma del reciclaje en el barrio. Desde la concienciación que se puede brindar a las familias, se quiere hacer ver que el reciclaje es un trabajo digno, porque da sustento, pero que también hay que trabajar por dignificar la profesión. Es un trabajo imprescindible y más aún, en un futuro a corto plazo donde la contaminación es cada vez más insostenible. Este programa medioambiental funciona de manera transversal en el resto de las actividades que ofrece la fundación. A la entrada de los talleres a los participantes se les pide que traigan 1k de reciclaje, o lo que puedan, a partir de esto pueden colaborar a sostener la entidad. Se aprende cómo reciclar, y lo que es más importante, se empieza a instalar una conciencia medioambiental en los más pequeños, además, se establece la idea de que la ayuda es recíproca, creando un compromiso con los asistentes a los talleres, que no pagan con dinero en papel sino con reciclaje de todo tipo.
Gloria dice que no cree en el asistencialismo, incide más en la concienciación. Que las cosas valen, y hay que darse cuenta para reconocer que uno mismo también es valioso. Según lo vemos, se trata de convertir el contexto en oportunidad, y se articula a la perfección en la realidad del barrio.
Aunque a duras penas, y al borde de la quiebra, la fundación lleva ya funcionando tres años, pues el reciclaje está muy mal pagado. Para hacernos una idea, por las latas, que serían un elemento codiciado, se paga no más de 4500 pesos, 1,10 euros el kilo en un almacén. Un kilo de botellas de plástico, unas treinta y cinco botellas transparentes, vale 1.200 pesos, 30 céntimos de euro. Un kilo de cartón, más pesado y complicado de reciclar, serán 300 pesos, 0,074 céntimos.
No es la primera vez que la organización pasa por momentos complicados, hubo un momento donde no llegaba si quiera a cubrir los gastos principales de arriendo del local. Es ahí donde Jorge Vergara, decide devolverle a su hermana un favor, y le propone montar un almacén de reciclaje a un par de calles de la fundación. En la actualidad, este almacén que llevan juntos contribuye en gran medida al pago de los suministros, y si de algo se siente orgulloso Jorge, es de que está generando empleo, dando oportunidades a personas que la necesitan, gente que, expresa, vienen a buscarla, y siendo así no se les puede negar. De esta forma y sin importar su pasado, todos trabajan codo a codo para sacar adelante este lugar.
Dedicarse al reciclaje no es para ellos algo que debiera separar al trabajador de la sociedad, afirman que para eso hay
que lidiar contra el estigma que cargan, contra quien los concibe como “el sucio, el desordenado, el que roba o
consume”. Bajo el prejuicio se destruye la autoestima, y esa es la base que se quiere restaurar, rescatar al ser humano que hay enterrado en una amalgama de estereotipos. Dice Gloria, amarse a uno mismo, que el amor camina. Conocerse, reconocerse y dignificarse. Ella cree que una persona que no valore a sí misma va a permitir que se pase
por encima de sus derechos. Aunque conocer esta realidad es clave para entender que no se trata de una lucha individual, sino de ayudar y acompañar a las personas para que encuentren su propio poder, como hizo Jorge, un poder que está dormido, que se ha ninguneado porque apenas existe conciencia de su valor.
Cómo es posible que personas que son capaces de reconocer latidos de vida en lo que para otros está muerto y desechan, que lo ven como materia para construir otras cosas, no sean tratadas como trabajadores formales e indispensables para la sociedad. Si cargan cientos de kilos a la espalda con la mera ayuda de las ruedas del carro con el transportan la semilla. La hija de Gloria, por cierto, está estudiando para convertirse en ingeniera medioambiental y sanitaria, y se gradúa en diciembre de este año. Alguien ya dijo que los recicladores, son los profetas de la ciudad futura.
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