Rompiendo barreras y construyendo puentes: reflexiones de mi voluntariado en Bolivia
Por Amaya Haddock
Realizar un voluntariado en el Centro de Promoción de la Mujer Gregoria Apaza en Bolivia ha sido una experiencia transformadora que ha puesto a prueba mis habilidades y conocimientos, al mismo tiempo que me ha brindado oportunidades de crecimiento personal y profesional que nunca imaginé.
Desde el primer día, me sentí completamente a gusto con la cultura y las costumbres locales. Adaptarme a un nuevo entorno fue una experiencia enriquecedora gracias a mi conocimiento del castellano, lo que facilitó enormemente la comunicación. Además, me familiaricé con las particularidades del español boliviano, lo que me permitió comunicarme de manera más efectiva y ganar la confianza de las personas con las que trabajo. Las conversaciones con las personas locales y el personal del centro fueron fluidas y naturales, permitiéndome comprender y participar plenamente en todas las actividades desde el principio. La calidez y la apertura de la comunidad hicieron que mi integración fuera rápida y sin complicaciones.
Emocionalmente, trabajar en un entorno donde la violencia de género es una realidad cotidiana ha sido extremadamente impactante. Escuchar las historias de las mujeres que acudían al centro, muchas de ellas con experiencias de violencia y abuso, fue desgarrador. Sin embargo, encontrar un equilibrio emocional fue esencial para poder ofrecer el apoyo necesario.
El manejo emocional ha sido otro aspecto crucial. He implementado técnicas de autocuidado como la meditación y el ejercicio regular para mantenerme equilibrada. También he aprendido la importancia de buscar apoyo emocional cuando lo necesitaba, ya sea a través de compañeras de trabajo o profesionales de la salud mental.
En el ámbito profesional, adaptarme a las metodologías y estrategias del centro ha presentado sus propios retos. A diferencia de mi experiencia previa en ONGs occidentales, el enfoque aquí es profundamente arraigado en las necesidades y contextos locales. Aprender a colaborar en proyectos con un enfoque comunitario y participativo ha sido un cambio significativo, pero también una lección valiosa en la importancia de la contextualización de los esfuerzos de ayuda.
Con el tiempo, he aprendido a diseñar y ejecutar programas de apoyo que realmente resonaban con las necesidades de las mujeres de la comunidad. Este proceso me ha enseñado la importancia de la escucha activa y la empatía, habilidades esenciales para cualquier trabajo en el ámbito de los derechos humanos.
Dicho esto, uno de mis mayores logros fue la conexión genuina que he llegado a establecer con las mujeres y el personal del centro. Estas relaciones me han enseñado el valor de la resiliencia y la fuerza colectiva. Cada historia de superación y cada pequeño triunfo que celebrábamos juntas me recordaba por qué este trabajo es tan importante y me motivaba a seguir adelante, a pesar de los desafíos.
Mi voluntariado en el Centro de Promoción de la Mujer Gregoria Apaza ha sido una experiencia profundamente enriquecedora. Los desafíos que enfrenté me han ayudado a crecer y a desarrollar habilidades que nunca pensé que necesitaría. Los logros, tanto personales como profesionales, han reafirmado mi compromiso con la lucha por los derechos de las mujeres y me han proporcionado una perspectiva invaluable sobre la importancia del feminismo en contextos no occidentales.
Estoy muy agradecida por cada momento y por la oportunidad de contribuir a una causa tan vital.
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