Santa fe, zona de tolerancia del sistema prostitucional en bogotá – Eu Aid Volunteers
Por Cristina Fernández del Valle
Según las Naciones Unidas, la trata de personas se entiende por la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación.
Esa explotación incluye la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos.
La explotación que voy a abordar en este post es la trata de personas con fines de explotación sexual, cuyas principales víctimas son mujeres y niñas que viven en una situación de extrema vulnerabilidad y que son captadas, muchas veces por familiares o conocidos, para inducirlas a ejercer la prostitución y/o la pornografía. La trata de personas con fines de explotación sexual es una problemática que sucede en todas las partes del mundo y que está penada como una vulneración de los Derechos Humanos. El Protocolo de las Naciones Unidas, más conocido como el “Protocolo de Palermo”, se firmó para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres, niños y niñas que complementa la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia
Organizada Transnacional. Colombia firmó el Protocolo de Palermo en el año 2003 y creo en el ámbito nacional una ley que articula medidas en contra de la trata de personas y su atención y protección, aprobada en el Congreso en el año 2005 (Ley 985 de 2005, 26 de agosto).
En Colombia, concurren diversos factores que otorgan un carácter específico a la trata de personas con fines de explotación sexual. Entre ellos, situaciones de vulnerabilidad y desplazamiento ocasionados por el conflicto armado interno y más recientemente la emergencia de crisis migratorias de países vecinos como Venezuela. Este contexto facilita el reclutamiento de mujeres y niñas por parte de proxenetas y tratantes. En mi trabajo como EU Aid Volunteer en Bogotá, colaboro con la organización religiosa Adoratrices, una entidad de orientación cristiana cuyo principal objetivo consiste en empoderar a las mujeres prostituidas a través de procesos de capacitación y liderazgo.
Uno de los ejemplos de mujer empoderada y capacitada con Adoratrices es nuestra compañera Alicia, mujer superviviente de trata de personas con fines de explotación sexual. Alicia realiza recorridos por los barrios, calles, clubes y establecimientos de Bogotá para acercarse a otras mujeres y niñas prostituidas con el fin de dotarlas de
herramientas para que puedan salir del sistema prostitucional. En estos dos meses que llevo trabajando en Adoratrices, he acompañado a Alicia a múltiples barrios dentro de Bogotá donde las redes prostitucionales operan. Cada barrio tiene dinámicas y perfiles diferentes. Uno de los barrios más emblemáticos donde operan estas redes es el barrio de Santa Fé, categorizada por parte del Distrito Capital como Zona Especial de Alto Impacto (ZESAI) o “zona de tolerancia”. Desde el año 2002, Santa Fé fue demarcada para permitir el uso de establecimientos destinados a la prostitución y actividades análogas.
En este céntrico barrio de la ciudad de Bogotá, hemos encontrado en nuestros recorridos de acercamiento multitud de mujeres jóvenes en garajes a pie de calle. En estos garajes, se protegen de la fuerte lluvia mientras muestran sus cuerpos a los posibles demandantes de sexo que pasean por las calles. En las interacciones, los hombres que pagan por sexo eligen los cuerpos de las mujeres que quieren consumir y a menudo llegan a creerse que el flirteo simulado de las mujeres explotadas sexualmente en la prostitución se trata de un auténtico coqueteo. ¡Ilusos!
Las mujeres prostituidas suelen estar controladas por hombres que vigilan sus movimientos. En ocasiones, cuando entablamos conversaciones con ellas, los vigilantes se acercan para interrogarnos sobre nuestras intenciones en relación con las mujeres que ellos custodian. Aquí es donde el papel de Alicia es clave. Gracias a su valiosa experiencia en estos barrios, en los cuales ella también fue explotada en el pasado, Alicia sabe perfectamente como dialogar con estos hombres para que nos permitan el acceso a los espacios. Asimismo, la experiencia de Alicia es un factor fundamental que nos facilita hablar con las niñas y mujeres que se encuentran en la zona.
Una de nuestras funciones en los recorridos, además de realizar acercamientos con las niñas y mujeres que encontramos, es brindar apoyo social en la calle. Esta manera de ofrecer apoyo in situ es especialmente relevante en los casos en que las mujeres no pueden acercarse a nuestra oficina. La ruta de atención consiste en establecer contacto, obtener sus datos y posteriormente trabajar telefónicamente con ellas para ofrecerles nuestro
apoyo con la gestión que precisen. De todas las mujeres con las que realizamos acercamientos, son pocas las que terminan ingresando en los programas técnicos de capacitación que ofrece Adoratrices, pero eso no es un obstáculo para que volvamos una y otra vez a seguir ofreciéndolas ayuda, ya sea psicológica, social o laboral. Para nosotras, lo importante es que las mujeres conozcan la entidad y que puedan acudir a nosotras cuando lo necesiten o se encuentren preparadas.
Uno de los aprendizajes más significativo que he adquirido con Alicia y el resto del equipo, es que cada mujer tiene unos tiempos y procesos diferentes que hay que respetar y aceptar, así como que deben ser sujetos activos de su empoderamiento y dueñas de sus propias decisiones. Por ello, volvemos una y otra vez a las zonas de alto impacto, para seguir realizando procesos de acercamientos y fortalecer las redes de confianza entre las mujeres y las profesionales de Adoratrices. Me gustaría finalizar este post resaltando que este voluntariado está suponiendo para mí un auténtico aprendizaje personal y profesional de la mano de mujeres locales en el cual cada día aprendo algo nuevo de ellas y me acerco más a conocer su realidad.
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