Siempre llueve sobre mojado – Eu Aid Volunteers

Por Paula Checchia Adell 

Imagino que no soy la única extranjera que se ha venido a vivir a Bogotá y se ha encontrado con la siguiente situación: estás haciendo video llamada con algún ser querido de tu país y te dicen “Uy, ¿vas con sudadera? ¿Pero en Colombia no hace calor?”. Y sí, es que todos tenemos la imagen de que aquí hace una temperatura ideal para pasarse el día al sol (incluso demasiado calor a veces).

No obstante, este no es el caso de Bogotá. La capital tiene un clima muy particular, que puede cambiar en cada barrio (dado el gran tamaño de la ciudad) y que está bastante alejado de esta concepción. La primera cosa que se nota al aterrizar es que no va a ser el sitio en el que puedas lucir ese top veraniego que con tanta emoción te compraste antes de venir; más bien toca empezar a buscar algún sitio donde comprar una buena sudadera o una chaqueta abrigadita (porque hay días en los que hace frío de verdad). Para entender esto, es importante recordar dos cosas: que la temperatura disminuye con la elevación y que Bogotá se encuentra situada en la cordillera oriental de Colombia (una de las tres ramas de la cordillera de los Andes).

Nos encontramos así a una altitud media de 2.640 m respecto al nivel del mar, dato que explica, no solo por qué no hace ese calorcito tan deseado, sino también porque nos falta el aire al hacer algo de ejercicio (así podemos justificar que la falta de condición física no se debe solo a la cantidad de arepas que comemos). Además, no toda la ciudad se encuentra a la misma elevación; esta se encuentra enmarcada por los cerros orientales que ascienden hasta los 3.317 m de altura más o menos. Un estudio aproximativo del IDEAM (Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales) dice que aquí la temperatura disminuye unos 6.5ºC/700m, que unido al hecho de que en la zona urbana hay una mayor concentración de radiación solar (debido a la absorción del calor que tienen los materiales que la conforman), hace que podamos sentir una temperatura distinta según donde nos encontremos.

La segunda cosa de la que te percatas rápido es que deberías haber traído un buen impermeable contigo; la lluvia es el factor común de casi todos los días. La principal razón es que Bogotá se encuentra en la Zona de Convergencia Intertropical; esta es la región del globo terrestre donde convergen masas de aire cálido y húmedo provenientes del hemisferio norte y del hemisferio sur. Cuando estas masas se encuentran, ascienden y dan lugar a grandes formaciones nubosas originando tormentas. Ahora bien, la presencia de los Andes frena un poco estos vientos húmedos impidiendo que Bogotá sea tan lluviosa como otras zonas de Colombia (así que aún podría ser peor).

Otro factor que hace que nos encontremos en una de las temporadas más lluviosas de la capital colombiana son los fenómenos de “El Niño” y “La Niña”. Estos eventos son fases características de la variabilidad interanual, que tienen su origen en el aumento y la disminución, respectivamente, de la temperatura del Océano Pacífico. El cambio climático está afectando a la intensidad y magnitud de estos fenómenos haciendo que no sigan un patrón común. Debido a los vientos alisios provenientes del noreste y del sureste, este fenómeno se desplaza de modo que “La Niña” ha ido mostrando excesos de precipitación en áreas del nororiente, centro y sur de la región Andina. Cuando estas nubes llegan a Bogotá, el mismo cambio de temperatura que he comentado antes, hace que la condensación del vapor de agua se produzca principalmente cerca de los cerros.

Es por este motivo que llueve más en el nororiente y suroriente de la ciudad. Por tanto, si alguien me pregunta cómo adaptarse más fácilmente a una nueva vida en Bogotá, yo le aconsejaría que lleve siempre consigo una pequeña mochila con todas las distintas capas de ropa que pueda necesitar a lo largo del día, ya que seguramente se vaya a encontrar diferentes microclimas en función de la hora y la zona en la que esté en cada momento. Y es que, como no podía ser de otro modo, el tiempo es igual de caótico que la capital en sí misma.

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