Un Marruecos diverso  

Por Diego Domínguez Escudero 

 

Europa es un continente rico en historia y diversidad, pero en ocasiones olvidamos la fascinante riqueza cultural que se encuentra a pocos kilómetros al sur del Mediterráneo. Mi experiencia en el Programa de Ayuda Humanitaria de la Unión Europea me llevó a Rabat, la capital de Marruecos, un país lleno de sorpresas y belleza, aún desconocido para muchos europeos. Trabajar aquí en colaboración con una reputada organización como Alianza por la Solidaridad – ActionAid es una oportunidad única que me está permitiendo explorar no solo la compleja cultura marroquí, sino también participar en una tarea humanitaria crucial. 

Cuando me uní al Programa de Ayuda Humanitaria de la Unión Europea, no tenía idea de que mi destino sería Marruecos. Estaba emocionado por la posibilidad de ayudar a comunidades en situación de desigualdad, pero al mismo tiempo, me sentía ansioso por sumergirme en un mundo completamente desconocido para mí. Marruecos, con su rica mezcla de tradiciones árabes, bereberes y europeas, resulta un destino ideal para alguien como yo, lleno de curiosidad por conocer.  

Una misión humanitaria con Alianza por la Solidaridad-ActionAid 

 

El terremoto de magnitud 7 que sacudió la ciudad de Marrakech fue un recordatorio impactante de la fuerza de la naturaleza y de la vulnerabilidad de las comunidades locales ante esta clase de eventos, que para más inri resultan ser algunas de las comunidades más humildes del país. Mi equipo y yo trabajamos incansablemente en los esfuerzos de ayuda humanitaria, luchando por devolver a estas personas la calidad de vida que les corresponde como titulares de derechos y que lo han perdido prácticamente todo. Ayudarles es un compromiso que Alianza toma con seriedad y dedicación. 

Mi experiencia con el Programa de Ayuda Humanitaria de la Unión Europea y con Alianza en este país no solo han redoblado mi convicción en la importancia de la solidaridad y el apoyo en momentos de crisis, también me ha permitido sumergirme en una cultura marroquí, tan desconocida en Europa.

A través de esta experiencia, he descubierto que la belleza de Marruecos reside en su diversidad, en su historia y, sobre todo, en su gente.

Espero que más personas tengan la oportunidad de explorar este increíble país y contribuir a la tarea humanitaria necesaria para que, ante las distintas catástrofes, siempre haya alguien dispuesto a tenderle la mano. 

La riqueza de la diversidad  

 

Sin embargo, más allá de los desafíos, Marruecos es un país que ofrece una riqueza cultural única. Rabat, la capital, es un lugar donde lo antiguo y lo moderno coexisten en armonía. Los zocos tradicionales se combinan con elegantes bulevares y modernos cafés. La medina de Rabat, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO es solo uno de los ejemplos del esplendor de la capital marroquí; desde la majestuosidad de la Torre Hassan hasta el esplendor del Mausoleo de Mohamed V, la ciudad rebosa historia y cultura. 

Más allá de los lindes de Rabat, Marruecos es un país vasto y lleno de experiencias por vivir. En mis meses aquí he podido explorar lugares tan dispares como las costeras Esauira y Agadir, las ricas en historia Marrakech y Tarudant, así como la ciudad del cine Ouarzazate con su colindante patrimonio de la UNESCO en el ksar de Aït Ben Haddou, de inmensa belleza. Por no mencionar el sabor familiar para un español como es la ciudad de Tánger, en el que el histórico teatro Cervantes comparte escenario con zocos de todo tipo. 

La gastronomía marroquí es otro punto a destacar: desde los grandes platos de tajine, couscous o rfissa a la deliciosa simpleza de la harcha o en msemen. Cada comida es una ventana a una selección de deleites al gusto que son, además, puerta para interactuar con una comunidad local que desde la cercanía y el calor se alegran en explicar los secretos de su intrincada lengua. 

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