Mujeres se empoderan y se hacen cargo de la gestión del agua en Nicaragua

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“Yo vengo de una comunidad muy chiquita del noroccidente, a unos kilómetros de Honduras. Yo llegue ahí en los Comités de Agua Potable y Saneamiento solamente a los 14 días de sometere a una cesárea y al inicio me preguntaba qué estaba yo haciendo ahí, que yo no podía estar ahí tan pronto después de dar a luz. Pero ahí seguí con la iniciativa PARAGUA –proyecto en el que participa Alianza por la Solidaridad, entre otras ONG, tanto españolas como nicaragüenses– y ha sido para mí una experiencia personal muy linda”.

Walkiria relata cómo esta iniciativa le ha ayudado en muchos aspectos de su vida: “Me ha ayudado a hacerme valer, a hacerme sentir yo misma, darme momentos de reflexión y encontrarme yo misma. Y eso es lindísimo”.

Walkiria también se alegra de cómo esta iniciativa está ayudando a empoderar a las mujeres como ella, afirmando que “sería lindo que no fuera solo una mujer de una comunidad la que se empoderara, ¿verdad? Que sean diez o más. Tenemos que desarrollar solidaridad y hermandad entre las mujeres, eso es lo primordial. Todas como mujeres tenemos el mismo valor. Nosotras tenemos una realidad bien dura, con semejante calor que hace en las comunidades. Por eso es tan importante que las mujeres tomen su lugar en los Comités, pero no en posiciones como tesorera, que no vienen realmente a empoderar a la mujer, sino a dar más trabajo y más desgaste porque lleva más carga. Y sí, podemos hacerlo; pero sí, también lleva más trabajo. Además de contar con el cuidado de nuestros hijos… lo digo porque yo soy madre de ocho hijos. Y con ocho hijos pensaba que no iba a poder en el Comité: ‘¡Uh, no puedo!’, pensaba… ¡Y sí! ¡Lo he podido hacer!”.

Nuestra protagonista describe el escenario donde nos encontramos: “El oeste del país es un lugar remoto, muy seco, donde no hay muchos trabajos. No hay empresas; hay ingenieros y doctores, pero la mujer no tiene ahí acceso al trabajo. Muchas mujeres en la frontera con Honduras tienen que arriesgarse a andar de noche y subirse a los furgones por no tener trabajo. Y no puedo discriminarlas como mujer, nos han enseñado que todas valemos. Y si una mujer comete un error, ella sabrá sus motivos, y por qué lo hace”.

La iniciativa PARAGUA tiene también una escuela con muchas mujeres, a veces mayores de edad, donde aprenden y expresan los problemas que han vivido. “Yo, por ejemplo –continúa–, vivo cerca de una mina, una mina artesanal de oro, y ahí he visto a compañeras quebradas. Quebradas por el trabajo en una mina. Yo tengo una amiga, a quien cedí mi paso en la escuela y le dije que participara por mí, porque yo quería que ella también pueda avanzar. Pero ella me dijo: ‘Mamita, no puedo, porque aquí en la mina me gano 500 o 700 pesos al día y en la escuela no voy a ganar nada’. Y me dijo: ‘¡Eres tú la que tienes que ir! Yo te miro diferente, tu experiencia te ha cambiado’. Y dije: ‘¡Sí!’, y seguí porque ahora con la experiencia que tuve, quiero llegar a otras mujeres para que ellas también puedan aprender y vivirlo y enfrentar mejor lo que nosotras vivimos.

Ser mujer no es venir a devastarse, es hacer valer nuestros derechos”.

Marie-Pierre Smets

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