Aprender de los mejores y marchar a lomos de gigantas – Eu Aid Volunteers

Por Fernando del Rosal

El trabajo de cooperación humanitaria que llevan a cabo los equipos técnicos donde se insertan los participantes del programa European Union Aid Volunteers (EUAV) conlleva en el voluntariado una experiencia que va más allá de la mera ganancia profesional y reproduce, año a año, la transmisión de unos valores de entrega y compromiso que prevalecen aún en los contextos más adversos.

“¡Uaou! Qué increíble… es un trabajo loable el que desempeña, con un fin noble. Realmente es admirable’. Eso me dicen amigas, conocidos y familiares desde que aterricé, en cuanto hago mención del objeto de mi trabajo acá para iniciar mi experiencia EUAV y el contexto de violencia armada en el que se va a desenvolver. Es una reacción habitual”. Hablo en primera persona como Fernando, cooperante voluntario, en Colombia, del programa European Union Aid Volunteers (EUAV), que se encuentra en despliegue durante 2022 en una multiplicidad de países del Sur Global, desde el continente asiático hasta América Latina pasando por África y el Próximo Oriente.

“Yo miro para mis adentros y me digo: ‘Si yo tan sólo soy un recién llegado…’. Es entonces que me embarga la honestidad, seguida de una profunda admiración hacia los que verdaderamente proyectan su vida profesional sobre el terreno, inmersos en su vorágine y sus profundas dificultades, que son los equipos de profesionales y técnicos, algunos de ellos integrados por personas de larga trayectoria, incluso de varias décadas bregando allá donde la seguridad no es algo que se debe dar por sentado. Y es entonces que me gusta responder, a ellos y a ellas, a mis amigos y a la familia que sí, que es cierto, que esta es una labor honorable, de altos valores humanos. Pero que tan sólo acabo de llegar y que, por tanto, lo que hago es aprender de los y las mejores. Que lo que siento es la vocación de aportar lo mejor a la consecución de los proyectos de la organización, y que la labor es alta porque la hago a lomos de gigantes”.

Apenas llevo dos meses en mi lugar de envío y ya siente el peso de la responsabilidad que entraña el trabajo en ayuda humanitaria, en el contexto específico al que he llegado. En mi lugar de trabajo, el municipio de San Andrés de Tumaco, existe un equipo de 12 personas, algunas terminando la participación en su proyecto, otras recién empezándola, o simplemente dándole continuidad; pero todas ellas se desempeñan con la mirada larga, cuidando cada detalle de la planificación. Marcela, psicóloga de Alianza Por la Solidaridad (APS), lleva varios años atendiendo a las comunidades en persona, recorriendo una parte de la geografía rural del pacífico nariñense colombiano, muy focalizada pero muy atravesada por la problemática del conflicto armado interno que asola al país y que produce situaciones de emergencia humanitaria sobre las poblaciones rurales que, víctimas de la amenaza bajo la que son oprimidas de parte de las organizaciones armadas ilegales, pierden por precaución y temor, o directamente como consecuencia de la agresión directa, su acceso a medios de vida, fuentes de agua y caza o pesca, a la obtención de insumos o a la posibilidad de intercambiar y comerciar con su producción.

Marcela brinda atención psicosocial para atajar, en las gentes de cada comunidad que visita, el trauma psíquico que este plano del carácter ciertamente insoportable que el saberse apuntado por las armas de fuego acostumbra a generarles. Su labor es esencial para hacer efectiva la ejecución del proyecto de atención psicosocial puesto en marcha por la organización en estas regiones, pequeñas comunidades en ocasiones alejadas de las vías de abastecimiento y comunicación principales y la mayor de las veces invisibles entre la maraña de enfrentamientos que la recubre. Rojo es el nivel de seguridad en la zona del Pacífico colombiano, el más alto que puede alcanzar el medidor de peligrosidad. La técnica de APS hace sus incursiones en territorios donde otros se darían la vuelta antes de entrar, ni mucho menos lo harían en solitario, y lo hace gracias al buen hacer de sus lazos forjados a través de la confianza y el respeto con los miembros más avezados de las comunidades con las que trabaja. Codo con codo junto a líderes y lideresas, conocedoras de los caminos seguros y las franjas de tiempo adecuadas para el tránsito seguro, Marcela ha aprendido a desenvolverse con cautela, pero con autonomía. Ella siempre reaparece por la oficina al cabo de sus incursiones y allí no deja de sorprender por su buen ánimo, coronado con una sonrisa certera que se dibuja cuando rescata alguna de sus travesías y las comparte con el equipo.

La atención psicosocial que habilita APS está dejando un poso de especial relieve en el terreno del empoderamiento de la mujer, que ya portaba consigo un rol preeminente en el seno de sus comunidades en materia del cuidado y el sostenimiento de la vida, que iba más allá de la propia familia, y que hoy obtiene un reconocimiento, quizás mejor definido, por parte de la población.

Contra mitos y rigideces

APS lleva más de dos décadas operando en Colombia, primero bajo la denominación de Solidaridad Internacional, después como APS.  La componente de género es troncal en las lógicas que pone en juego para cubrir las necesidades de la población, un área en la que el trabajo conjunto de la técnica jurídica, Paola, y las dos psicólogas, Jenny y Natalia, se compagina con soltura entre formulaciones de proyecto y el relacionamiento institucional más intrincado, al galope de la oficina al trabajo de campo. La concienciación y sensibilización de las instituciones, el asesoramiento de las poblaciones y la defensa de los derechos de la mujer son un enorme reto diario que el equipo solventa en medio una marcada adversidad, definida nítidamente por la refracción social hacia los cambios y las transformaciones que van en beneficio de las mujeres. La violencia no es el elemento ausente, tampoco, en este campo. El feminicidio sigue siendo el más abyecto de los enemigos a batir.

La mitología y el inmovilismo han enraizado con fuerza en el territorio, pero poco a poco, lentamente aunque con grandes zancadas, firme como se movería una giganta, las profesionales de APS producen pequeños cambios que muestran su fruto. Tal es la institucionalización de la Ruta de Atención Integral contra las Violencias Basadas en Género (VBG) en Tumaco y la ruptura del velo que la hacía invisible a la sociedad. Talleres y capacitaciones a la población femenina han sido la semilla que está dando pie a estas transformaciones, objetivadas por los proyectos de APS. Y los pequeños cambios denotan aún más su relevancia en esta ciudad, por cuanto irrumpen donde antes nada cambiaba.

El corazón palpitante de la Alianza

Álvaro, Eliana y Bibian se ocupan del área social, el área de atención psicosocial y el área de medios de vida, respectivamente. Experticia y músculo técnico puestos al servicio de la labor humanitaria en una carrera de fondo. Son el corazón de APS en Tumaco. Hace tiempo que lo llevan haciendo, en esta y en otras organizaciones, y hasta hace no mucho las condiciones del trabajo de campo en el departamento de Nariño en general, y en el municipio de Tumaco en particular, eran irrespirables. El crimen, los asesinatos sumarios de población civil y la impunidad componían el triángulo trágico que aterrorizó durante años a la población y convertían la cooperación en una actividad de alto riesgo.

Álvaro conoce de cerca la incidencia de la violencia armada, alguna vez se vio amenazado en medio del contexto de criminalidad que permeaba a la misma población a la que daba soporte humanitario. Tal fue la situación en los pasos posteriores al Proceso de Paz, el desarme de los grupos ilegales y la paulatina reincorporación a la vida civil de estos sectores, una transición nada sencilla donde el peligro permanecía muy vivo. Bibian vivió de cerca una situación de violencia en uno de sus trabajos de campo que implicó un arma de fuego. Pero sus proyectos de desarrollo económico y de mejora de las condiciones de acceso a los medios de vida de la población beneficiaria permanecieron vigentes hasta el día de hoy. Eliana ha visto interrumpida en alguna ocasión su ruta hacia las comunidades beneficiarias por bloqueos de carretera, interpuestos por grupos armados ilegales, que entrañan una amenaza siempre presente.

No cabe olvidar a Hansy, ingeniero experto en el saneamiento de aguas y la construcción de infraestructuras seguras, amplio conocedor de las comunidades de varios departamentos colombianos, que ha compartido con la población beneficiaria situaciones de tensión, de angustia ante las condiciones que les imponían quienes los amenazaban. Pero también los saberes propios de sus cosmovisiones, y las impresiones más variopintas que suscita el enriquecimiento personal, propio del intercambio entre culturas, que ha cosechado como miembro de Alianza en el Mecanismo Intersectorial de Respuesta en Emergencia (MIRE), donde trabaja en consorcio con técnicos de otras organizaciones presentes en los territorios más necesitados de infraestructura y asistencia inmediata.

El valor personal que evidencia el haber atravesado con profesionalidad estas peripecias no significa que se deba invocar el heroísmo como el elemento glorificador del trabajo humanitario, pues nadie debería ejercer bajo el sonido de las armas en ninguna circunstancia. Eso es algo que tanto Álvaro y Hansy, como Bibian y Eliana han señalado con la justa gravedad al propio Fernando, que en alguna ocasión dejó escapar ciertos signos de admiración ante los testimonios de sus compañeras. Los cuatro conforman el corazón del gigante: constancia ante la adversidad y continua adaptación y maestría en el uso de la neutralidad, la imparcialidad, la independencia y la humanidad como referentes constantes de un trabajo difícil en sus condiciones ambientales y emocionales, y no menos en sus requerimientos técnicos.

Los conocedores de caminos y el cerebro de la organización

La estructura de APS en Tumaco se completa con su equipo administrativo, con Luis y Justin a los mandos de los trámites, las legalizaciones y la gestión de los pagos, las facturas, los recibos. Ajustar los presupuestos para que cada proyecto llegue a meta en tiempo y forma, en el marco de la serie de obstáculos que han quedado anteriormente descritos, es mérito suyo. Tumaco es una ciudad que adolece de frecuentes interrupciones en el suministro de energía eléctrica, con el agravante de que no es algo anormal que los servicios bancarios queden interrumpidos, y esto incluye las operaciones administrativas que se realizan en modalidad virtual. Internet no es un mar de corrientes rápidas en el municipio que, por el contrario, presenta una infraestructura precaria y coberturas de señal intermitentes. Doble es la dificultad y doble, el mérito.

El conocimiento de las rutas por carretera, un entramado cuyo mapa está detallado sólo en sus vías principales, pero que permanece mudo en cuanto a las secundarias que llevan a muchas de las comunidades que van a ser beneficiadas por los proyectos, es cosa de Jair y de Jimmy. Sendos conductores y responsables de logística, más allá de su pericia en la carretera, muestran constantemente una aguda capacidad de anticipación horaria que termina por ser el único antídoto contra los bloqueos por accidente o manifestación. Y su reconocimiento constante del terreno, junto a la tenencia de información actualizada, permiten al equipo anticipar la imposibilidad de transitar cuando existe una situación de violencia, sea por un deslizamiento o por la crecida de un río que deja inhabilitada una o varias carreteras.

Ángel es el director. De él depende la planificación que materializa el trabajo de la organización en Tumaco. Es el cerebro que hace posible que todo funcione. La amplitud del equipo presente en este territorio da fe de la capacidad de sostenimiento de una estructura fuerte, que se ha mostrado capaz de cumplir con los objetivos y de mantener ese nivel en el tiempo.

Ellos y ellas son “los mejores” de los que, como menciono al comienzo, procuré hablar a los míos cuando les anuncié cuál sería mi nueva experiencia en Colombia y la andadura que se ha abierto como parte de la experiencia EUAV. Todos y todas son el testimonio vivo de que comprometerse con la labor humanitaria conlleva caminar a lomos de gigantas. Y, desde esa altura, la perspectiva se amplía para siempre.

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